DE NOMBRES Y DOTACIONES


La formación “Somos andaluces” ha propuesto al equipo de gobierno que el pabellón de la Angelita Alta lleve el nombre de Antonio Muñoz Cuenca, gran enamorado de El Puerto y divulgador de lo portuense, fallecido el pasado diciembre. Yo creo que sería más adecuado que Antonio, que hizo muchas cosas por la cultura de la ciudad (fue maestro toda su vida, director y fundador del Orfeón y de otras agrupaciones musicales, miembro inicial de la Tertulia Flamenca Tomás el Nitri, colaborador de  Tele Puerto, autor de libros sobre aspectos de la idiosincrasia local…), diera su nombre a otro tipo de dotación. ¿Por qué no, por ejemplo, rotular así la Casa de la Cultura sita en la avenida Menesteo una vez se reabra? Me parece a mí que tendría más relación con la fecunda actividad que llevó a cabo.

Entiendo que el pabellón debería homenajear en su frontispicio a alguien más propiamente relacionado con la parcela deportiva. Puestos a cuestiones nominales hay dos claras asignaturas pendientes (los futbolistas Joaquín y Pinto), a los que se sumarían otras grandes trayectorias, aunque resulten menos populares. En los casos del extremo internacional o del laureado portero barcelonista hasta se podría acudir al campo de césped artificial de “El Juncal” o a la Ciudad Deportiva, entre otros equipamientos.

Entre las dejadeces que El Puerto sufre se encuentra también la nominal. Y aquí no se puede culpar a Europa, el gobierno central, la Junta, o los reparos del secretario y/o interventor municipales. Un ejemplo que siempre me ha resultado doloroso es el del pabellón de El Tejar: denominado “Jóvenes portuenses” en mi opinión debería haber rendido tributo a un obrero de un municipio sevillano (la memoria no me permite detallar más) que falleció cuando se construía, en un desgraciado accidente laboral.


Las localidades deben recordar a quienes se han hecho merecedores de ello y esa tarea hay que observarla como un aspecto más de la gestión. Es plausible, justo para con quienes se fueron o quienes siguen aún vivos (las rotulaciones no tienen por qué exigir cláusula mortuoria) y sirve de ejemplo para generaciones presentes y futuras.     

Francisco Lambea
Diario de Cádiz
14 de Febrero de 2016

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