EL MONKEY, TOCATA Y FUGA


La decisión de los organizadores del Monkey Week de irse con la música (y el mono) a otra parte (en este caso, Sevilla) ha creado una polémica política y vuelto a suscitar el victimismo oriundo, siempre presto a desbordarse a la menor ocasión, justificada o no. La concejala de Cultura, María Eugenia Lara, asegura que el festival ha trasladado sus pentagramas en el marco de “un crecimiento natural”, pero lo cierto es que ni los socialistas, que sólo han vivido un Monkey, ni desde luego, por mucho que ahora digan, los populares, que tuvieron sobrado espacio para monkeyzarse, se preocuparon por mimar a los organizadores, tres personas, sólo tres, que se curraban toda la fiesta durante largos meses  sin el grado deseable y oportuno de colaboración municipal.

Al igual que en España acostumbran a homenajear a la gente cuando ya se ha muerto (tal vez para que la felicidad no sea completa) en El Puerto sólo se valoran los eventos cuando se marchan a otro sitio. Si el Monkey hubiera dejado de celebrarse se habrían levantado algunas voces, pero no tantas como las inspiradas por el cambio sevillano. Más aún habrían resonado si en lugar de a la populosa capital de la región se hubiese encaminado a cercanas localidades de la provincia, circunstancia que conllevaría un ataque de cuernos de todo punto insoportable.

La deslocalización tiene una variante portuense y musical: la desmonkeyzación. A evitarla se tendrían que haber dedicado las autoridades locales incluyéndola en los presupuestos, por ejemplo, en lugar de disfrutar con la habitual práctica de chupar rueda, como acostumbran con la Vuelta Ciclista a España, donde buscan salir en la 1 por el morro gracias a los paganinis consistoriales de Cádiz y Jerez (a nadie debe sorprender la tira de anuncios cuando el pelotón enfila la avenida Rey Felipe VI). También los empresarios beneficiados por el certamen deberían haberse mostrado más generosos con quienes les metían el concierto por las puertas, llenándoles las cajas.

Ante la tocata y fuga toca aprender la lección. A ver si al menos algún monkeycillo deshace un poco el desaguisado y lo ocurrido sirve para cambiar la actitud.

Francisco Lambea
Diario de Cádiz
31 de Enero de 2016

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