ORDENANZA MORTAL
Siempre me ha llamado la atención la frialdad con la que los
ayuntamientos acostumbrar a tratar la tasa del cementerio, la auténtica
damnificada de todo Plan de Ajuste que se precie, como si los nichos fuesen los
llamados a permitir la sostenibilidad de estos austeros documentos contables.
El pleno aprobó el jueves una subida del 10% en este
capítulo, carestía que se suma a otras similares
aplicadas en tiempos anteriores. Nada más lejos de mi intención que hacer
bromas fáciles sobre aspecto tan delicado; como norma general si alguien merece
más respeto que un vivo es un muerto. Precisamente por eso quiero expresar aquí
mis respetuosas consideraciones, en un ámbito que no acostumbra a ser materia
columnística. ¿Por qué se castiga a la tasa de cementerio con una subida que
trasladada a otros epígrafes (agua, IBI, vehículos) provocaría nutridas y
ruidosas manifestaciones en la Plaza Peral, acaso con la posibilidad de
derrocar un gobierno en la siguiente cita con las urnas? ¿Cuál es la razón de
que no se produzcan llamamientos a la protesta ante un incremento que acabará
afectando a buena parte de la ciudadanía? ¿A nadie de los que discurren sobre
las dificultades que atraviesan los portuenses para abonar otros conceptos se
le ocurre pensar en las que acaso sufran los familiares del difunto para algo
que no supone capricho alguno, sino un derecho fundamental?
La tasa de cementerio se rodea de peculiaridades singulares
en el más directo beneficiario y en quienes la asumen. Por razón obvia el
primero no puede quejarse mientras que los segundos no se encuentran ni en la
coyuntura ni en la situación anímica adecuada para expresar reproche alguno a
un gravamen cada año más oneroso. También ocurre que los contribuyentes tienden
a evitar la reflexión sobre algo que desean ver muy lejano, comprensible
estrategia sicológica que, de manera involuntaria, termina por ayudar a la
impunidad ante la opinión pública a esos consistorios que alzan el precio de
estos servicios en unos porcentajes que, sencillamente, nunca se atreverían a
aplicar a otras materias.
Toca exigirles a nuestros políticos que no sean tan vivos.
Francisco Lambea
Diario de Cádiz
8 de Noviembre de 2015
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