BANDERAS AZULES

Cuatro playas portuenses (Valdelagrana, Fuentebravía, La Puntilla y La Muralla) podrán ondear este verano la bandera azul, ese controvertido distintivo que no parece garantizar grandes privilegios, pero cuya ausencia (y, no digamos, retirada) acostumbra a despertar todo tipo de polémicas entre gobiernos y oposiciones, aderezadas por la irrupción de los ecologistas nativos y de alguna otra institución cívica que, previamente indignada por causas muy distintas, aprovecha la circunstancia para saldar cuentas.
La Asociación de Educación Ambiental y del Consumidor (Adeac) es una entidad desconocida hasta para el más informado de los ciudadanos, pero cada año, invariablemente, disfruta de su minuto de gloria, de su reinado por un día, cuando hace públicas la colocación de las susodichas banderitas, en base a unos criterios, probablemente prolijos, que el periodista, en estos tiempos tan escasamente proclives a la lírica del detallismo, tiende a sintetizar en que el litoral se halle más o menos guarro.
El caso es que cada estío alcaldes o concejales de medio ambiente (depende de las agendas y de si la gestión permite o no vender logros más trascendentales) se dirigen, ufanos, a algún punto indeterminado de un kilométrico paseo marítimo, en medio de una comitiva macilenta de redactores torrados (normalmente de prácticas, pues los veteranos de las plantillas huyen de la solanera y, al fin y al cabo, se trata de informaciones idénticas, sencillas de cubrir hasta para los plumillas más virginales) y la insignia, obedeciendo, como tantas otras, las leyes eólicas, acaba por ondear al viento; se trata de izadas funcionales, exentas de alardes sonoros, que inspiran en los concentrados un orgullo patriótico leve y difuso, de modo que después, si los representantes públicos se muestran generosos, invitan a los concentrados a un discreto refrigerio en un chiringuito cercano, derivando la tertulia en cualquier tema menos, por supuesto, el estandarte. Al final, bendecidos por la plenitud de la obligación cumplida, marcha cada uno de su corazón a sus asuntos, con el alivio subconsciente de que la bandera, al menos la bandera, entre tantas cosas vulnerables y tornadizas como se suceden en este mundo, ya está allí.
Francisco Lambea
Diario de Cádiz
11 de Junio de 2.009

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